No son pocas las noches en las que el insomnio me transporta a distintos tiempos y lugares de mi profesión de periodista. En esos edificantes desvelos, yo no cuento ovejitas... Me gusta más recrear títulos, notas, primicias y entrevistas publicadas que significaron millones de lectores, oyentes o televidentes. Durante años y años. ¡Mucha gente! El público que desde siempre consolidó mi credibilidad y mi trabajo haciéndome crecer adentro de este gran negocio del periodismo.

Pero también es cierto que, a lo largo del derrotero fecundo de un periodista que ha recorrido todo el espinel de la profesión, han quedado muchas cosas en el tintero. Historias que hasta el momento habían sido silenciadas por los personajes, el temor a las consecuencias, el poder de turno, por lo vergonzantes y los miles de motivos que hacen que sólo salga a la luz lo que nos dejan contar.

Nadie como yo para saber de amenazas, riesgos, presiones, censuras, castigos, prohibiciones y tantas otras yerbas que me llevan a guardar muchos más silencios que publicaciones, que por otra parte se han cansado de regar de tapas, titulares y temas movilizadores en aquellos medios en los que supe trabajar.

Por eso este libro, que viene a completar lo que ya leíste en Toda la verdad y nada más que la verdad- Los expedientes V. Gracias, acá está mi segundo hijo de tinta y papel.