"Línea de fuego", el cuento que da título al libro, nació porque al lado del colegio primario al que yo concurría, se alzaba el asilo de locos y maniáticos arrojados allí por la guerra del '14. Esos seres desdichados, me enseñaron el precio de las elecciones. Pero esos hechos -y su oscura...
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"Línea de fuego", el cuento que da título al libro, nació porque al lado del colegio primario al que yo concurría, se alzaba el asilo de locos y maniáticos arrojados allí por la guerra del '14. Esos seres desdichados, me enseñaron el precio de las elecciones. Pero esos hechos -y su oscura gestación- registrados en Europa, ocurren hoy y ocurrirán mañana, aquí y allá. Siempre habrá persecuciones, violencias, derrumbes. Y una víctima inocente. Y también un oscuro héroe, o una heroína anónima. Sobre esta tensa cuerda -recuerdo y mito- se acordonan los otros cuentos nacidos de la posguerra, de la emigración desgarrante -"El tren de medianoche"-, de las persecuciones o abandonos -"Apenas una planta", "Un muchacho con suerte"-. La marginación, la traición, el asombro, la rebeldía, la resistencia, el recomenzar, no tienen confines ni épocas.
Luego, América: la radiación caótica. Los cuentos de América no sólo son la continuidad de un mismo drama, sino una misma trayectoria: el errar del hombre desgajado del tronco. América recibe, rotura y remoldea a Europa. "Un carro en la esquina", "En el principio era la cal" "Unas monedas", responden al mismo interrogante: ¿aprende el hombre a vivir?
No lo sé. No lo saben mis personajes, desamparados. Son algo más que italianos o argentinos: son seres que buscan un asidero emocional, vital y, a la larga, se agarran de los lectores. Y se estremecen ante el absurdo o el verdadero heroísmo. Se asombran. Como usted.
Quiero apasionadamente a este libro, que hoy se reedita por sexta vez, porque sus personajes los reencuentro circulando en la sangre de los lectores viejos y jovencísimos. A veces se me antoja que el loco de "Línea de Fuego" es un personaje puramente imaginario, mítico. Es que me ayudó a cruzar muchas barrear. Y ese tren, ese monstruo que a medianoche desgarra paisajes y distancias, sigue recorriendo el espinazo desde los Alpes a los Andes porque se lleva las imágenes anheladas y perdidas que todos soñamos. Por suerte a veces, nos hace guiños la adolescente de "Santidad de almanaque". Diría, como el poeta, "oscuramente fuerte es la vida".
Este libro fue mi trinchera. Mi manera de arrojar proyectiles en la entrañable vulnerabilidad del lector.
Syria Poletti
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