Publicado bajo Gran Angular y con las ilustraciones fabulosas de Gabriel Rodríguez (sí, soy fan de su trabajo y me pican los dedos por tener mi copia de Locke&Key en español), es un libro de cuentos con varios autores que por un pelo apenas, se libera de tener algún texto mediocre.
Por si no me expliqué bien, le redundo acá: en otros libros he encontrado cuentos buenos o buenísimos, cuentos interesantes, y cuentos mediocres. Y Octocéfalo NO tiene cuentos mediocres. Hay un trabajo de edición previo, serio, y sé por lo que me cuentan los autores antologados aquí que de verdad fue un trabajo intenso (para la mayoría). Algún cuento estuvo así, pero así, de entrar a la categoría ésa que nadie quiere leer, pero los salvó el ejercicio editorial y ya verán a qué me refiero, CUANDO LO LEAN.
El viaje comienza con Martina y el fénnec (Amira), una historia tierna que me sorprendió al final, ternura y todo, porque me esperaba otra cosa y me quedó dando vueltas la conclusión. Que ganas de decirlo acá, pero sería un spoiler de lo peor. A continuación el cuento Pájaro (Flores) es como caerse de la silla, oscuro y fuerte, y al leerlo después del cuento de Sergio, me los imagino como dos extremos de una flecha, en uno está el filo y en el otro una pluma. Ambos cuentos son buenísimos y el efecto de leerlos uno después del otro, es para quedar marcando ocupado (positivamente). Y culmina el juego de sensaciones encontradas con Dientes de leche (Tirapegui), que es el mesotes de los dos cuentos anteriores, con hadas y criaturas fantásticas que son sórdidas y desconcertantes, en un mundo demasiado humano y a la vez muy ajeno y descarriado.
Terranova (Rojas) es un cuento de transición que mezcla un hecho verídico, las cavernas ocultas bajo Santiago, con una visión fantástica de la tierra hueca. Le sigue Time Wars Lluscuma (Baradit) donde la historia y la fantasía orgánica se funden y se enredan y se sienten como una epifanía que se engrana perfectamente con el cuento que le sigue, Hearthquake (González), que es una historia fuerte, fuerte compadre, donde no queda claro si lo que ocurre tiene una conclusión positiva o negativa, y eso me dejó marcando ocupado (negativamente).
Cierran la novela dos cuentos, África Arcangélica (Mérida), que sigue la historia de otro cuento de Amira, Caro data Archangeli (Visiones 2005); y Piel de Uroboros (Garrido) que toma todo lo que ocurre en los cuentos anteriores y lo mezcla en la cabeza de un pobre escritor desdoblado.
Mención aparte son las ilustraciones de Rodríguez, que son tremendas y por supuesto tengo mi favorita: Martina y el fénnec. La quiero en gigante para colgarla en la muralla.
En conclusión, fue un agrado la lectura, especialmente por los “efectos especiales” que se produjeron entre un cuento y otro. Reconocí al fénnec en otra historia del mismo libro y eso me fascinó, como una conspiración entre autores que toman prestado elementos de otros cuentos y entre todos construyen un mundo. Además agradezco que no se organizaran las historias en orden alfabético. Mil gracias.